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domingo, 7 de octubre de 2012

Mierda de infancia

Hace poco tiempo Xavier Sarda ha publicado un libro con igual título, en él trata aspecto de su infancia como la educación en aquellos años, algo que a mí hasta ahora me resulta difícil exponer, es como si conservara un extraño trauma y fuera incapaz de reconocerlo. Pero en algún momento tendré que comenzar la terapia. ¿Pero porque no ahora mismo?


Xavier, según su edad estaría unos tres cursos superiores al mío,y aunque tres años no son nada, para un crío son toda una vida, por lo que el locutor catalán supongo que sería mas consciente de las “limitaciones” que existía en aquellas decádadas.

Sé que si alguna vez alguno de mis alumnos lee este texto, supongo que pensará que esto es ciencia ficción y una exageración del maestro:” De todas maneras ya sabemos todos lo peculiar que es el Curro”.





Pues para comenzar esta historia, según tú tan imaginativa, querido alumno, que alguna vez leerá esta página te diría que cuando yo iba a lo que ahora se llama educación primaria, había clases todos los días por la tarde. Bueno todos los días descontando el domingo, que para eso es el día del señor y aunque sea uno mucho Dios, un descansito a todo el mundo le viene bien. Para ser sincero el señor comenzaba a descansar el sábado un poco antes que emitieran Heidi. Sería porque a él también le gustaba verla,, como el abuelo se parecía.

Pero si haces las cuenta estimado alumno o alumna que alguna vez llegará a leer esto, te diré que hasta el sábado por las mañana había clase. Si, si el sábado sabadete. Aunque tengo que reconocer que no se hacía gran cosa, más o menos como ahora en las horas del alternativa a la religión.

Los críos el sábado íbamos un poco más tarde al cole. El profe, casi siempre de aspecto rígido y marcial, en la primera hora nos relataba algún episodio del evangelio. Podía ser lo de Moisés cuando cortaba las aguas para que pasaran los judíos y ahogaba a cientos de egipcios cuando lo hacían estos. O lo de Noé una de las historias mas tiernas y ecológicas que se recuerdan en la biblia, con esa tremenda inundación que solo dejaba viva a una pareja de animales por especie, menos de los humanos que eran unos cuantos más. Qué bonito era imaginarse ver desfilar parejita tras parejita de mansos animalitos, mientras los demás los despedían sin imaginarse el buen chaparrón que les caería encima, tanto, tanto, que el 99,99999999999999 por ciento de las cucarachitas la palmarían, por no decir las ardillitas, los cervatillos, los cerditos fueran ibéricos o no. ¡Por Jehová, que desperdicios de jamones! Etc. en animalitos.

Tras estas entrañables historias teníamos que hacer unos también entrañables dibujitos, porque no valía, como poner como ejemplo una manada de pequeñas ovejitas pidiendo socorro a los guardianes de la playa. Entre otras cosas, porque esa serie aún no se había inventado.

Tras esto el maestro, siempre don, nos enseñaba como se hacían mapas de España con escayola y un molde de nuestra amada patria, también aprendí a fabricar mosaicos con cristales rotos, cosa que me provocaba un corte.

Así poco a poco transcurría la mañana de nuestro plácido sabadete. Por cierto lo bueno es que ese día aunque el mapa de yeso no te saliera bien el buen maestro no te estampaba contra la pizarra por ese imperdonable error, eso solo ocurría entre lunes y viernes. ¡También la pizarra tenía derecho a descansar! ¡Pobrecita, la de golpes y cabezazos se llevaba por culpa de nuestra incultura y del afán del don maestro de turno de seguir fielmente los dictados de que las letras y también las cuentas con sangre entran!

A todo esto, querida alumna u alumno que algún día leerás esto, a mi me impartían las clases en un colegio totalmente moderno, moderno según el actualmente ministro de la educación, porque solo era para niños, bueno en aquella época gustaba mucho decir machos, machotes, hombretones, como negando con estas palabras tan rotunda cualquier rasgo de feminidad en el varonil hombre español compatriota de tan renombrados genios como Pedro Almodóvar o Federico García Lorca. Por cierto, me parece que este aún no había nacido porque yo solo oí hablar de él a partir más o menos de los años setenta.

Además de todas estas tareas tan instructivas y hermosas, también nos obligaban, digo obligaban a cantar el himno de España. ¿Qué no tiene letra? Pues no sé, yo durante mucho tiempo lo cante y no tenía nada que ver con la versión que lo mezcla con un famoso detergente que usaba Carmen Collares, así llamada la nariguda mujer de nuestro bajito caudillo. Por cierto, el himno también poseía su coreografía. Todos los machotes en fila, con el brazo derecho muy tieso apuntando al firmamento o más allá…

Bueno ya creo que está bien por hoy, querido alumno u alumna que algún día leerá esto. No sigo porque creo que tantos absurdos conceptos así como de pronto no son fáciles de asumirlo, como cuando pregunto el profesor de religión que era la pena de muerte. Y uno de sus ilustres discípulo se le comento en estricto orden marcial. O sea en primer lugar le habló de la pena en extensión de un folio, por la parte de atrás del mismo se extendió otro tanto sobre la muerte. Y al comienzo del siguiente folio le resumió al ducho profesor el concepto con una esquemática fórmula matemática: pena + muerte = pena de muerte.



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