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Bienvenidos aquellos que saben valorar una sonrisa. Bienvenido los que saben sobrellevar con humor los problemas. Los que saludan por la calle. Los que saben disfrutar de un rato de charla.
Bienvenido los que saben dialogar y respetar al contrario. Bienvenidos los que defienden sus pensamiento, sus deseos y sus locuras siendo tolerantes.
Bienvenidos los que saben reirse de si mismo y los que saben encontrar algo positivo en un mal momento. Los que disfrutan del mar y de la cervecita, de la compañía de los amigos y de la libertad de ser cada uno diferente pero iguales.
Bienvenido al fín, todo aquel que sepa aprovechar el don de la vida.

sábado, 2 de junio de 2012

Hoy no vamos de feria

Hoy es feria en mi pueblo. Desde el miércoles por la noche que la inauguraron hasta el domingo, mis paisanos disfrutarán en la Alameda del Río de esta ciudad desmontable. Por cierto, el pregonero de esta fiesta es el renombrado Mario Vaquerizo, oriundo de mi localidad, al igual que la famosa actriz Lole León. ¡ Peculiares que son algunos de mis paisanos ¡. ¿No?.


Yo esta vez no acudiré, prefiero quedarme aquí en Cádiz, tranquilito y paseando junto el mar. A mí ,es  que las ferias ya no me hacen ilusión. Desde un punto simple de vista, todo se reduce a beber , comer y soportar un enorme ruido, además de llenarte de albero hasta el cuello de la camisa. Esto lo puede hacer cualquier día del año, y mucho más baratito. Bueno, menos lo del albero, pero siempre te queda la opción de  irte a una cantera a ponerte como un canario.




Ahora ya no me sorprende, ni espero con ansia casi nada. ¡Pero cuando chico, si!. Cuando chico los chavales nos contábamos cuando iban llegando los cacharrito. Que si han llegado los coches de choque, y yo ya tengo fichado el morado que es el que corre más, que si ayer yo vi el tren de la bruja o el eterno carrusel. Otro afirmaba que ya había visto poner el látigo. Esa atracción que gira y gira sin parar, formando un enorme rectángulo y donde en sus extremos, se manifiesta mucho más rápida, y se escuchan los mayores alaridos.

Desde pequeñito el látigo para mí, fue mi más atrayente y temida atracción. Atrayente porque en esas maravillosas curvas de su recorrido sentía una enorme ingravidez que me provocaba una enorme sonrisa, me sentía como un astronauta . Temida, por la historia que me relató una vez a un pariente mío, que se empeño en darme un paseíto por la feria, no se con que malvados fines.

Ustedes, queridos lectores, sabéis por experiencia que cuando a un crio se le mete algo en la cabeza es difícil intentar convérselo para que desista. Pues así estaba yo, con mis 7 añitos, erre que erre, que me quería montar en el látigo. Y mi familiar que no, yo pienso que era porque le daba un pelín de miedo. A esta, no se lo ocurrió mejor idea que inventarse una terrorífica historia para que yo desistiera .
 El relato comenzaba así: Hacía años una pareja de enamorados mientras paseaba por nuestra feria, decidió montarse en el látigo, mientras estaban en el al novio no se le ocurrió otra cosa que ofrecerle un anillo de compromiso a su amada, la cual en agradecimiento le soltó un sorprendente beso, indigno de ver para aquella época. Pero la pobre pareja tuvo tan mala suerte, yo creo que deseada por alguna envidiosa solterona que se veía que se iba a quedar para vestir santos, que en aquel momento la cabina donde se encontraba estos novios, giró con tanta fuerza que salió despedida hacía el exterior, y fue tanto el ímpetu que esta llegó al río, que estaba a unos 500 metros, donde ambos personajes perecieron ahogados. ¡Que historia más cruel!. ¿Verdad?. Pues ni por esa se me quitaron a mí las ganas de montarme en el látigo. ¡Oye que yo soy un optimista!. Que si ocurrió una vez, no iba a ocurrir siempre.

Para mí, una cosa imprescindible en una feria, es la noria. Es como la estrella del portal de Belén. Allí donde está, allí hay farolillo, fino y sevillanas, o sea feria. Cuando era adolescente recuerdo que saliendo con mi pandilla, a uno de los componente se le ocurrió comentar, que para él la noria le recordaba a una enorme tortilla de patatas . ¡El chiquillo es que tendría más hambre que un galgo abandonado ¡.Durante horas y horas nos estuvimos riendo de esa graciosa ocurrencia. Y entonces comprendí, lo poco, que a veces hace falta para sonreír. ¡Por favor!. Practiquémoslo más, y más en estos tiempos, que hace falta más optimismo que yo con el látigo.

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