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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Los falsos italianos y las gentes de teatro

Las gentes de teatro suelen estar un poco piraillas.No más que las demás pero como hacen o dicen cosas más extravagantes, pues recaudan peor fama en este aspecto. De vez en cuando se transforma y se creen ser otras personas que son. Y aunque a estas gentes se les llaman locos, a otras que hacen lo mismo las llaman fantasmas, soberbias o creídas.


Hace unas semanas un grupo de mis amigos teatrales decidió darse una vueltecita por la peculiar y hermosa calle Castilla trianera. Estaban cansados de recorrer los mismos lugares y beber en los mismos bares. Y fue un acierto, porque en primer lugar descubrieron un atractivo bar en un sitio perfecto para poder tomarse una cañita de cerveza mientras placenteramente transpiraba un espléndido sol otoñal. Tras esto decidieron tomarse un cafelito aún en esta calle sevillana, donde existe una extensa librería la cual dicen los vecinos posee un fantasma. Pues muy cerca de este local ,casi enfrente se encuentra un atractivo bar, que posee dos puertas ,una orientada hacia la renombrada calle Castilla y otra hacia el río Betis, por la parte del sevillano y remodelado paseo de la O.

En fin, allí habitaron durante varias horas hasta la hermosa puesta de sol. Hicieron amigos, celebraron el cumpleaños de uno de ellos y hasta tomaron numerosas fotos instalados sobre maderos flotantes que surgen sobre el lecho del Guadalquivir.

Tras los plácidos momentos y con la ayuda de un licor de más, les dieron casi las 8 de la tarde, por lo que el hambre volvió a sus deseos. Decidieron acercarse a un conocido barato bar trianero para saciar el anhelo de un sabroso pescaito .Estando ya en el local y sin aun haber pedido al camarero la demanda, a uno de ellos, o más bien a una, se le acercó una pareja de turista y le pregunto en un pobre inglés por una calle concreta de Sevilla. A esta sin saber por qué razón le contestó a los despistados extranjeros que desconocía la dirección de esa calle. Pero sin razón ninguna porque para esto no practicó el idioma de Cervantes, si no el de Donatello .Ósea que les respondió en italiano.

Sin explicación posible a todos los demás de grupo originario se les contagio un ansia infinita de imitar el lenguaje de los italianos. Por arte de magia ya no eran sevillanos de toda la vida, sino italianos de diferentes lugares. Y así enredaron a los camareros en sus pedidos, casi volviéndolos locos, con este chapurrear entre italiano y españolo. Incluso imitaban con sus gestos al habitante de esta peculiar nación. Tan bien salió el invento que la mayoría de los clientes del bar creyeron que eran unos extravagantes turistas transalpinos.

Cerca de ellos se encontraban un grupo de chavales perteneciente a una conocida banda de cornetas y tambores sevillana. Incluso se mostraban engalanados con sus uniformes de músico y acompañados de sus instrumentos.

Tanto les llamo la atención aquellos alocados italianos que se atrevieron a establecer diálogos con ellos .Los músicos les contaban a los falsos italianos que formaban parte de una banda. Mientras uno de los italianos les comentaba que en Roma eran muy conocidos. ¿Como que muy conocidos? ¿En Roma? Si efectivamente, le contesto el mayor del italiano. Según les decía el santo padre poseía un CD de esa insigne banda, que le había regalado un pariente de Triana, y todoslos domingo sóbrelas 10 de las mañana, hacía transmitir con estruendo las marchas de la citada banda por los altavoces de la plaza romana de San Pedro. Tan cansado estaban en el vecino barrio del Trastévere que ya habían enviado una notas de prensa al Observatore Romano en su sección de cartas al director, en este caso al padre prior, quejándose de este despertar tan brusco.

Todo esto ,por supuesto ,contado en un churrusquero idioma italiano, entre exagerado gestos, que no por eso dejaba menos de convencer estos músicos.

Tras unos breves momentos decidió este personaje salir a la calle a fumarse un cigarrillo con otras de las falsas italianas .Cuando se encontraban allí, apareció unos de los músico, con la cara algo descompuesta y llevando en su mano derecha algo que no se podía distinguir. Se dirigió al falso italiano y directamente le preguntó, no sin ironía.: ¿Con que de Roma? Mientras le enseñaba el carnet de identidad de embaucador, que se le había caído en el bar a al intentar pagar. En este documento claramente se señalaba un nombre y unos apellidos enteramente españoles, y un origen innegable. Cantillana .Provincia de Sevilla.

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